Durante varios años, tuve el privilegio de conducir un programa que marcó mi vida y la de muchas personas: «Noches con Uno». Fue mucho más que un espacio televisivo. Era un punto de encuentro donde la música, las historias y las emociones se entrelazaban con total honestidad.

A través de este programa, tuve la oportunidad de conversar con artistas nacionales e internacionales, compartir escenarios con ellos y acompañarlos con mi guitarra en interpretaciones que salían del alma. Cada noche era única. Las luces, las cámaras, pero sobre todo, la conexión con el público, le daban vida a algo mágico.

Muchos aún me escriben recordando esas noches. Me dicen que sentían que estaban en la sala de su casa, compartiendo una canción, una charla, una anécdota. Y esa era justamente la intención: crear un espacio íntimo y auténtico, donde la música fuera el puente entre corazones.

Hoy, ese espíritu continúa vivo. Ya no estoy frente a las cámaras, pero sigo compartiendo mi pasión por la guitarra y la música latinoamericana con personas que, como tú, sueñan con tocar, aprender y vivir la música desde el alma. Porque si algo aprendí en “Noches con Uno”, es que la música une, sana y transforma.